Son las 06:45h. de la mañana y un día más es lo primero que me digo: «Venga, Blanca, levántate, que hoy vas a salir pronto de casa y vas llegar a dejar a Cecilia en el cole a la hora, sin prisas«. Me levanto, me ducho, me visto, me arreglo, hago mi cama y ¡ya estoy lista!. «¡Bien!, voy sobre la hora prevista», me vuelvo a decir. Es momento de asomar la cabeza en su habitación, entrar y despiertarla con un besito acompañado de un ¡Buenos días! la mar de cantarín. Pero desde hace unos días ya no amanece con la alegría con la que lo hacía antes. Ahora se despierta refunfuñona mientras yo trato de ser paciente y continuar siendo cariñosa… hasta que me doy cuenta que ya se nos está echando la hora encima y empiezo a perder la paciencia. Ya está, empezamos el día enrabietadas.
Algunos datos (que no me consuelan en absoluto): Entre el 50 y el 80% de los niños de 2 a 3 años tienen rabietas al menos una vez a la semana y el 20% al menos diariamente. El 60% de los niños de 2 años con rabietas frecuentes continuarán teniéndolas a los 3 años y, de éstos, el 60% continuarán también con 4 años.
Según Neil K. Kaneshiro*, las rabietas o «berrinches» son comportamientos naturales durante el desarrollo de la primera infancia. Los niños tienen una tendencia normal y natural a afirmar su independencia a medida que aprenden que son seres aparte de sus padres. Este deseo de control a menudo se manifiesta diciendo «no» frecuentemente y teniendo rabietas. Éstas empeoran por el hecho de que el niño puede no tener el vocabulario para expresar sus sentimientos. Se tratan, en definitiva, de comportamientos para llamar la atención.
Lo que en la opinión de Neil K. Kaneshiro debemos hacer para minimizar la duración e intensidad de la rabieta es ignorar el comportamiento. En tanto nuestros hijos estén seguros y no estén siendo destructivos, el hecho de alejarnos caminando hasta otro cuarto de la casa puede acortar el episodio debido a que ahora el drama no tiene ningún público. Algunas veces, seguirán y continuarán con la rabieta. No debemos hablar ni reaccionar hasta que el comportamiento cese. Luego, serenamente hablaremos del asunto y ofreceremos alternativas sin ceder ante sus exigencias.
Pero podemos seguir otras estrategias:
- Verificar que nuestros hijos coman y duerman en las horas acostumbradas. Si ya no echan la siesta, igualmente es importante tener algún tiempo de reposo. El hecho de acostarse de 15 a 20 minutos o descansar a nuestro lado mientras leen cuentos juntos en momentos regulares del día puede ayudar a prevenir las rabietas, pues suelen ser más frecuentes cuando están más cansados.
- Es importante que permanezcamos calmados. Ayuda el hecho de recordar que las rabietas son normales y que no son nuestra culpa, ni somos malos padres ni nuestros hijos son unos niños malos. El hecho de gritarles sólo empeorará la situación. Una respuesta y atmósfera calmadas y pacíficas, sin «ceder» o romper con las reglas que establecimos, reducirá el estrés y hará que ambos nos sintamos mejor.
- Debemos recordar que los niños imitan nuestro comportamiento, podemos intentar distraer su atención hacia otras actividades que le gusten o tratar de poner una cara graciosa.
- Podemos utilizar un tono animado al solicitarles que hagan algo, haciendo que suene como una invitación, NO una orden.
- Permitir que nuestros hijos realicen pequeñas elecciones frecuentes (todas dentro del terreno de lo aceptable). Ofrecerles la posibilidad de elegir entre varias opciones disponibles.
- Un «NO», siempre es «NO». Es importante establecer normas razonables, claras y coherentes, y no cambiarlas, para que nuestros hijos conozcan perfectamente dónde están sus límites. Las reglas deben ser siempre las mismas.
*MD, MHA, Clinical Assistant Professor of Pediatrics, University of Washington School of Medicine
Eva Manjón says
Me encanta! Peazo de post! Muy útil…eres la nueva super nani…
las rabietas son un modo de expresión no un capricho y hay que saber gestionarlas para que sean lo menos dañinas y destructivas posible para todos…
Un beso!