No os puedo engañar, estoy reflexionando acerca de la evolución de la situación en la que, como madre, me encuentro. Cecilia tiene 7 años, ya es mucho más independiente y sus necesidades son muy distintas a las de hace 1, 2 o 3 años atrás. Al contrario de lo que pudiera parecer un estado cómodo como podría pensar, me he dado cuenta de que hay que ser realista.
Cada etapa tiene unas necesidades diferentes y si hace nada estaba preocupada por que tuviera un despertar a la vida sin mayores problemas; ahora, y en la medida de lo posible, es necesario permanecer atenta y alerta durante su día a día a sus necesidades, preocupaciones, obligaciones… Pero hay ocasiones en las que, como os he contado por aquí, por mucho que te cuenten que cada etapa tiene su enjundia a la que debemos reaccionar de manera muy distinta, no somos consciente de lo que nos enfrentamos hasta que no nos vamos encontrando con determinadas situaciones que hay que ir superando.
Os preguntaréis a qué viene esta reflexión. Pues porque de repente me he dado con un golpe de realidad y he descubierto que mi niña va perdiendo su inocencia y está dejando de ser precisamente eso, una niña.
Tiene más narices (nunca mejor dicho ?) que tengamos que aprender a base de «palos» como el que nos llevamos ayer, cuando la pillamos en mentira. Y, entre otras cosas, lo que más rabia me da de este engaño es que estaba relacionado con los deberes y con su gran talón de Aquiles este curso, las tablas de multiplicar… Pero ese es otro tema del que ya os contaré…
Ahora contadme, ¿cuándo empezaron a mentir vuestros peques?
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