Siempre perdonan y nunca guardan rencor

El post de hoy es una simple y llana reflexión consecuencia de uno de los muchos aprendizajes que he adquirido desde que soy madre. Y es tan sencillo como que nuestros hijos e hijas nos perdonan sin peros y sin guardarnos rencor alguno. Así de sencillo y así de difícil también. Porque os propongo un ejercicio: probad a echar una bronca por una tontería a una persona adulta muy cercana a vosotros. Por mucho que os quiera, lo normal es que, aunque seguramente os perdonarán, os encontraréis con frases como «es que no es la primera vez que me lo haces, ¿te acuerdas cuando…?» o «vale, te perdono, pero…».

Espero no ser la única que en algunas ocasiones echa una reprimenda más grande que la causa que la he generado a su hija. Siempre (o casi siempre) me doy cuenta de que me he pasado y, cuando ha pasado un poquito de tiempo, me encuentro con que Cecilia me besa, me abraza y me habla como si nada hubiera pasado. Ayer por la mañana, sin ir más lejos, ocurrió. Como seguimos (casi) con las mismas prisas de siempre, debe seguir madrugando, aunque menos, para ir al cole de mentira y me cuesta un poco que se despierte, pues nos hemos quedado más justas de tiempo para desayunar y se ha tomado su tiempo, despacito y con tranquilidad. Y me he puesto… Que me lo hacen eso a mí y no sé qué hubiera pasado. Pero ella no. Después de todo, me ha dado un beso cuando la he dejado y me ha recibido como siempre cuando la he recogido. Yo la he dicho: «Perdóname, Cecilia, por cómo te he hablado…» Y ella me ha dicho: «Vale, te perdono». Y es que, hay que reconocer que formamos un buen tándem: La verdad es que a mí no me cuesta pedir perdón, pero es que a ella le cuesta menos perdonar.

Una vez más debo reconocer cuánto debemos aprender de nuestros niños y niñas porque, aunque podáis decir que son pequeños y que no se acuerdan, yo prefiero sacarle la moraleja y señalar que si una persona reconoce que se ha equivocado y nos pide perdón, no demos razones para darlo, por favor. Seamos más infantiles.