Ayer Cecilia tuvo una rabieta tremenda. Os cuento:
La fui a recoger al colegio y me recibió bastante contenta. Cuando salíamos la quise poner la bufanda y una orejeras muy bonitas que le compró mi suegra, pero no quiso. «Bueno, pues nada», pensé. Le pregunté que qué tal le había ido en el cole, que qué había hecho y me contestó que no quería hablar. Así, sin decir ni pío fuimos hasta donde tenía el coche aparcado y cuando ya nos estábamos aproximando me contó que se había hecho pupa en el dedo porque se había caído de culo en el colegio. Ya iba yo empezando a entender…
Subimos al coche. Siempre dejo su merienda dentro para que se la tome más tranquila de camino a casa o adonde vayamos. Ayer tenía plátano, pero la señorita quería pera. Le dije que pera no tenía, que había traído plátano. Pues no quiso el plátano. No quise insistir porque sabía que me iba a dar igual, veía que la tarde se avecinaba torcida y opté por no hacerla mucho caso e ir escuchando la radio (me gusta oír a esa hora justo la sección Todo por la radio del programa La Ventana de la Ser, me parto de la risa) mientras ella lloriqueaba hasta que se quedó dormida. Me dije: «Se ha caído, estará cansada y por eso se ha dormido, hoy toca echarle paciencia». Pero no imaginé que tanta.
Sabía que cuando hubiera que sacarla del coche la íbamos a tener, y no me equivoqué. La desperté con cariño dándole besitos, pero efectivamente, no la sentó nada bien, en realidad la sentó fatal porque no había forma humana de sacarle de la puñetera silla, ¡si casi la arranca!. Como buenamente pude, la conseguí sacar mientras berreaba y se retorcía como si estuviera poseída por el espíritu de la niña de El Exorcista hasta el punto de casi darse un golpe con la puerta y todo. En ese momento empezó a darme golpes, patadas e incluso arañarme la cara… Esto se estaba poniendo mal, muy mal. ¿Y que hacía yo? Pues lo siento, pero entró la risa, por más que quería ponerme seria, no podía. Pero me duró poco, porque en seguida me vino el cabreo ya que la situación no remitía. Conseguimos llegar al ascensor donde, como suponía, se tiró al suelo y se puso a gritar histérica. Mientras todo esto ocurría, yo deseaba que no nos estuviera escuchando nadie… Pero no sólo no ocurrió eso sino que cuando se abrieron las puertas y llegamos a nuestro piso ahí estaba la vecina de al lado flipando con la escena y yo queriendo que me tragara la tierra.
– No pasa nada, las rabietas son así… ¿Qué pasa, Cecilia? Venga, tranquila, le dijo dándole un beso. La verdad es que fue muy maja, pero me da un poco de vergüenza lo que habría pensado en realidad.
Entramos ya por fin en casa todavía enrabietada hasta el punto que se hizo pis. Me lo dijo (y todo) y ya empezó a remitir la cosa, su lloro era distinto, más apenado y con lágrimas. Avanzamos hacia nuestra butaca como si nos fuera la vida en ello y fue entrando en razón. Me dijo que le picaba el culete y mientras le limpiaba, le echaba un poco de cremita y le ponía el pijama comenzamos a hablar de lo que había sucedido. Le dije que eso no había estado bien, que no se podía poner así y que había echo pupa a mamá. Y entonces, no sé por qué, me eché a llorar y acabamos las dos en un mar de lágrimas en el que ella me consoló más a mí que yo a ella y mirándome y dándome besos en la cara me pedía perdón y me decía que no lo iba a hacer más con lágrimas y una gran ternura en sus ojos.
El resto de la tarde la pasamos jugando y montando un precioso tren de madera que le trajeron los Reyes.
leticia says
!!Que monas!! he de reconocere que no puedo dejar de.imaginarme la escena de tú hija como una loca pataleando y a ti partiendo de risa (es q tú risa me parece genial) . Laura me dijo una vez q ella pensaba q las niñas tienen ciclos hormonales y yo creo q está en lo cierto porque madre mía que genio tiene con tres años cuando tengas trece no se q vamos a hacer
Maria Cristina says
No es tema solo de lashormonas o al menos de las de las niñas, al mio siendo niño tambien le pasa!!!!
CAROLINA says
Todavía no he llegado a esa etapa. Pero yo hubiera hecho exactamente lo mismo. Estoy convencida de que ante una rabieta no hay forma alguna de aminorar la intensidad y mucho menos de cortarla, ni siquiera creo que se pueda evitar. Tienen que pasar y el sentido común me dice que lo mejor es darle la menor atención dentro de lo posible en cada situación y una vez superada hablarlo cuando haya llegado la calma. Así que desde mi punto de vista: PERFECTO.
Susana says
Como ya sabes Blanca , las rabietas forman parte del proceso que todo niño/a pasa para formar su personalidad, si hasta los mayores tenemos rabietas …no me negarás que alguna vez no has tenido ganas de tirarte al suelo y patalear, o dejar suelta toda la rabia que sentías en algún momento determinado , pero los mayores contamos con recursos que nos ayudan a autorregularnos y controlarnos , los peques van madurando a medida que van adquiriendo esos recursos de autorregulación.
A veces la situación se va de las manos y agreden a otros o se agreden a ellos mismos.
Lo mejor de toda esa tarde agitada es que pudistéis hablar , cuando Cecilia ya estaba calmada ,porque ante shubiera dado igual , y Cecilia se ha dado cuenta de que aquello no estuvo bien .
Después de las rabietas es importante que les apoyemos y les comprendamos y una dosis extra de mimos , porque ellos lo pasan muy mal .
Eva Manjón says
Eres una madre maravillosa…no digo más…
amparo says
Ánimo guapa! Todas hemos pasado por eso! Y si la vecina k t vio es mamá seguro k no mentía