Cuando estaba embarazada, el preparativo que más ilusión me hizo fue la compra de la habitación de mi hija. Disfrutamos muchísimo y, sin saber todavía que nos la iba a regalar mi suegra, no reparamos demasiado en gastos.
Meses antes, en revistas de decoración (y alguna de corazón también) había visto que muchas habitaciones infantiles contaban con una butaca-mecedora. ¡Me llamó la atención al mismo tiempo que me encantó la idea!
Más allá de que esté comprobado que el mecimiento favorezca la producción de leche materna (ésto yo no lo sabía) y la relajación del bebé, nos decidimos a comprarla porque sabíamos que la íbamos a dar buen uso y así está siendo:
- Los primeros meses, para dar de mamar. Aunque todavía durmiera en su mini-cuna en nuestra dormitorio, me gustaba la idea de darle el pecho y pasar tiempo juntas en su habitación, en el que iba a ser su espacio, durante algunos momentos del día.
- A los 18 meses, momento en el que dejé de darle el pecho, empecé a dormirla ahí, tratando de complementar lo que hasta ese momento tenía, pues hasta entonces se dormía mamando en nuestra cama.
- Actualmente, por la noche antes de conciliar el sueño, cantamos, contamos cuentos, nos reímos, damos el beso de buenas noches a papá…
Hemos compartido y seguimos compartiendo muchos momentos bonitos en nuestra butaca y sé que cuando ya no la utilice, la podremos recolocar en otro espacio de la casa, por ejemplo en el salón. Y así, saber que va a seguir teniendo uso en tiempos como los que estamos viviendo, es un aliciente más, ¿no?
Leticia says
Es genial ademas de bonita práctica ¡¡¡ que buena idea me encanta¡¡¡